Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
Vivimos para la gloria de Dios, Jesús es el centro de nuestra vida, ahora que somos hijos de Dios. Ya no estamos preocupados por nuestra conveniencia, no buscamos ser alguien buscando la gloria de este mundo, todo eso hacíamos antes de conocer a Dios.
En la antigüedad los observadores del cielo pensaban que el sol giraba alrededor de la tierra, pero con el tiempo descubrieron que estaban equivocados, porque la verdad es que la tierra gira alrededor del sol.
Así el ser humano piensa que Dios está fuera de nosotros, que Dios es algo secundario, el egocentrismo es la base de todas las conductas erróneas, que llevan a las personas a vivir equivocadamente, vacíos en su interior, pensando que ellos son el centro del universo, eso es vanagloria. Pero en Cristo entendemos quién él es el centro del universo, y nosotros giramos en torno a Él. Desde la postura correcta, podemos corregir nuestra escala de valores, y entender que todo gira alrededor de Dios, el centro del universo.
Solo desde esta perspectiva es posible caminar alineados a la voluntad de Dios, y vivir en unidad con nuestros hermanos. El egoísmo, no permite vivir en unidad, pero cuando Dios es el centro, ya no hay motivos para la rivalidad, en Dios todos somos primeros en él.
Consideramos a los demás como superiores que nosotros, porque vemos en ellos la imagen de nuestro Señor y podemos vivir en unidad, dejando que Dios ordene todas las cosas, no tenemos cuidado de que alguien pueda levantarse sobre nosotros, porque Dios dice que todos somos iguales delante de Él.
Esa es la base de la convivencia en la iglesia del Señor, Jesús es la Cabeza, el centro de la iglesia, el Espíritu Santo es el que da vida al cuerpo, y vivifica a cada miembro, ordenando a cada uno en el lugar que Dios determinó para ellos. La unidad depende de sujetarse a Dios, y al hermano que Dios puso para que nos sometemos a él, y así bajo la autoridad de Dios, vivimos en perfecta bendición, y podemos disfrutar de los anticipos del Reino de Dios.
Cambia el centro de tu vida, destrona tu yo personal, y entrona a Jesús el centro del universo en tu corazón.
Vivimos para la gloria de Dios, Jesús es el centro de nuestra vida, ahora que somos hijos de Dios. Ya no estamos preocupados por nuestra conveniencia, no buscamos ser alguien buscando la gloria de este mundo, todo eso hacíamos antes de conocer a Dios.
En la antigüedad los observadores del cielo pensaban que el sol giraba alrededor de la tierra, pero con el tiempo descubrieron que estaban equivocados, porque la verdad es que la tierra gira alrededor del sol.
Así el ser humano piensa que Dios está fuera de nosotros, que Dios es algo secundario, el egocentrismo es la base de todas las conductas erróneas, que llevan a las personas a vivir equivocadamente, vacíos en su interior, pensando que ellos son el centro del universo, eso es vanagloria. Pero en Cristo entendemos quién él es el centro del universo, y nosotros giramos en torno a Él. Desde la postura correcta, podemos corregir nuestra escala de valores, y entender que todo gira alrededor de Dios, el centro del universo.
Solo desde esta perspectiva es posible caminar alineados a la voluntad de Dios, y vivir en unidad con nuestros hermanos. El egoísmo, no permite vivir en unidad, pero cuando Dios es el centro, ya no hay motivos para la rivalidad, en Dios todos somos primeros en él.
Consideramos a los demás como superiores que nosotros, porque vemos en ellos la imagen de nuestro Señor y podemos vivir en unidad, dejando que Dios ordene todas las cosas, no tenemos cuidado de que alguien pueda levantarse sobre nosotros, porque Dios dice que todos somos iguales delante de Él.
Esa es la base de la convivencia en la iglesia del Señor, Jesús es la Cabeza, el centro de la iglesia, el Espíritu Santo es el que da vida al cuerpo, y vivifica a cada miembro, ordenando a cada uno en el lugar que Dios determinó para ellos. La unidad depende de sujetarse a Dios, y al hermano que Dios puso para que nos sometemos a él, y así bajo la autoridad de Dios, vivimos en perfecta bendición, y podemos disfrutar de los anticipos del Reino de Dios.
Cambia el centro de tu vida, destrona tu yo personal, y entrona a Jesús el centro del universo en tu corazón.
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