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El espejo


Pero nosotros todos, con rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, vamos siendo transfigurados por el Espíritu, de gloria en gloria, en la imagen misma del Señor. (2 de Corintios 3:18 BTX)

Moisés se reunía con el Señor en la cumbre de una montaña, y al pasar tiempo en su presencia, la gloria de Dios se pegaba a la piel de su rostro, así que cuando volvía de estar con Dios, su rostro resplandecía.

Pablo usa este ejemplo para decirnos que nosotros debemos reflejar la Gloria de Dios al estar expuestos a su presencia, al vivir viendo su gloria como en un espejo. Los espejos en la época de Pablo no eran como los espejos que conocemos hoy, en la antigüedad se usaban láminas metálicas lustradas que no reflejaban con claridad los rostros, así vemos la gloria de Dios, todavía no la vemos en todo su esplendor, pero al contemplar su gloria, estando en su presencia somos transformados. El propósito de Dios es que al nacer de nuevo en Cristo, lleguemos a parecernos a Él. Por eso es importante pasar tiempo en la presencia de Dios, buscarlo en el secreto, contemplar su gloria, por medio de la oración, la adoración, su palabra, viviendo cada día según sus enseñanzas, predicando a los demás con nuestra propia vida. Nosotros también somos espejos, dónde la gente puede ver la gloria de Dios, no claramente, pero si miran atentamente puede ver algo de Dios en nuestra vida. Dejemos que el espíritu Santo nos lustre lo suficiente como para ser espejos bien claros, la transformación que Dios produce en nosotros a veces es un proceso doloroso, pero los resultados son gloriosos. Dejemos que Dios nos transforme de gloria en gloria en su presencia, miremos a cara descubierta  como en un espejo, la gloria de Dios, y así poder reflejar su gloria en este mundo.