Mateo 9:2
Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Hay un gran impedimento que no permite alcanzar el propósito de Dios en las personas, y es el desánimo.
Cuando el desánimo invade nuestro ser, todo se vuelve pesado, se hace difícil lograr alcanzar las metas, y hasta imposible ver la salida.
El desaliento quita las fuerzas que necesitamos para avanzar, es el peor enemigo de la fe, porque no nos permite dar el paso inicial, para alcanzar el milagro que necesitamos. El paralítico que fue llevado por sus amigos a Jesús, estaba desanimado, no tenía fuerzas, quizá había caído en depresión, pero por la fe de sus amigos fue llevado delante de Jesús, y la primera palabra que escuchó de la boca del maestro fue "ten ánimo". Jesús es el factor de cambio, es la variante que nos abre una puerta en el muro de las imposibilidades, cuando todo nos dice no, y caemos en el desánimo y la frustración, Jesús nos dice: ten ánimo, yo soy tu salvación.
A veces necesitamos de los amigos, aquellas personas que nos rodean para ayudarnos a levantarnos, la gente con la que te asocias es un factor determinante en tu camino. Si estás rodeado de personas negativas, nunca te levantarás de tu estancamiento, si la gente que te rodea no te alienta a salir, seguramente no te ama, los amigos de este hombre paralítico lo amaban de verdad, ellos querían ver a su amigo sano, y todos creyeron que Jesús podía sanarlo. La gente que no tiene la fe suficiente para recibir su bendición, puede ser bendecida por medio de la fe de sus amigos.
El desaliento es el veneno de los guerreros, un soldado que va a la guerra desanimado, caerá en el campo de batalla, porque ya ha perdido la guerra. El desaliento es postración, estancamiento, es el monte que corta nuestro camino, y nos quita la fe. Jesús es el antídoto para el desaliento, la vitamina de nuestra fé, él es la causa y el orígen de nuestra victoria, cuando el desánimo golpea nuestro corazón, escucha al Espíritu Santo decir:Ten ánimo!
¡Bendiciones a todos!
Ptr. Aldo Daniel Monegal
Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Hay un gran impedimento que no permite alcanzar el propósito de Dios en las personas, y es el desánimo.
Cuando el desánimo invade nuestro ser, todo se vuelve pesado, se hace difícil lograr alcanzar las metas, y hasta imposible ver la salida.
El desaliento quita las fuerzas que necesitamos para avanzar, es el peor enemigo de la fe, porque no nos permite dar el paso inicial, para alcanzar el milagro que necesitamos. El paralítico que fue llevado por sus amigos a Jesús, estaba desanimado, no tenía fuerzas, quizá había caído en depresión, pero por la fe de sus amigos fue llevado delante de Jesús, y la primera palabra que escuchó de la boca del maestro fue "ten ánimo". Jesús es el factor de cambio, es la variante que nos abre una puerta en el muro de las imposibilidades, cuando todo nos dice no, y caemos en el desánimo y la frustración, Jesús nos dice: ten ánimo, yo soy tu salvación.
A veces necesitamos de los amigos, aquellas personas que nos rodean para ayudarnos a levantarnos, la gente con la que te asocias es un factor determinante en tu camino. Si estás rodeado de personas negativas, nunca te levantarás de tu estancamiento, si la gente que te rodea no te alienta a salir, seguramente no te ama, los amigos de este hombre paralítico lo amaban de verdad, ellos querían ver a su amigo sano, y todos creyeron que Jesús podía sanarlo. La gente que no tiene la fe suficiente para recibir su bendición, puede ser bendecida por medio de la fe de sus amigos.
El desaliento es el veneno de los guerreros, un soldado que va a la guerra desanimado, caerá en el campo de batalla, porque ya ha perdido la guerra. El desaliento es postración, estancamiento, es el monte que corta nuestro camino, y nos quita la fe. Jesús es el antídoto para el desaliento, la vitamina de nuestra fé, él es la causa y el orígen de nuestra victoria, cuando el desánimo golpea nuestro corazón, escucha al Espíritu Santo decir:Ten ánimo!
¡Bendiciones a todos!
Ptr. Aldo Daniel Monegal