La gracia que nos hace liberes

Romanos 13:12-16
 12  Por lo tanto, amados hermanos, no están obligados a hacer lo que su naturaleza pecaminosa los incita a hacer;
 13  pues, si viven obedeciéndola, morirán. Pero, si mediante el poder del Espíritu hacen morir las acciones de la naturaleza pecaminosa, vivirán.
 14  Pues todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 
 15  Y ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. En cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él los adoptó como sus propios hijos. Ahora lo llamamos «Abba, Padre». 
 16  Pues su Espíritu se une a nuestro espíritu para confirmar que somos hijos de Dios.

La palabra de Dios nos revela la libertad que tenemos mediante la gracia divina para cambiar nuestra vida. Dejar lo malo y hacer lo bueno en parte de nuestra capacidad de decisión, lo que llamamos "libre albedrío", sin la ayuda de Dios, la gente es esclava del pecado, porque es parte de su naturaleza, y no pueden dejar de hacer aquello que los perjudica físicamente, emocionalmente y espiritualmente. 
Pero en Cristo, con la ayuda divina del Espíritu Santo, tenemos libertad para escoger, y poder para vencer lo malo. La palabra dice "no estáis obligados a hacer lo que su naturaleza pecaminosa los incita a hacer;" somos tentados, a hacer lo que a Dios no le agrada, pero tenemos poder en Jesús, libertad  para no obedecer a la naturaleza pecadora. Si hacemos caso al Espíritu Santo que está en nosotros, nuestra vida estará alineada a la voluntad de Dios, y las bendiciones del Señor vendrán a nosotros. 
Pero además, la presencia de Dios nos da la seguridad interna, de que somos hijos de Dios, una convicción del espíritu que nos hace clamar "Abba, Padre" (Papito mío)
El Espíritu de adopción,  libera de la orfandad, ahora ya no somos esclavos, no somos huérfanos, ya no estamos oprimidos por el miedo, tenemos un Padre que nos protege, nos ayuda, y nos hace herederos de su bendición.
Vive en el Espíritu, y no des lugar a la  tentación del pecado, en la obediencia está la bendición.


P. Aldo D Monegal.

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