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Pagar precio

Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:
Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
Lucas 14:25-27

Donde hay grandes multitudes hay muchas ambiciones humanas la gran mayoría desea satisfacer sus necesidades inmediatas, el bienestar temporal y las cosas materiales son lo más buscado por la gente que se acerca a Jesús.
Por eso vemos mega iglesias llenas de gente, campañas y festivales cristianos multitudinarios, todos buscan algo momentáneo pero pocos son los que se comprometen realmente a seguir y ser discípulos de Jesús.
Hay una gran diferencia entre ser un simpatizante de Jesús y ser un discípulo, Jesús no busca multitudes, el busca discípulos que sean obedientes y hagan lo que él dice, hay recompensa para los que oyen y obedecen, pero los que no desea comprometerse con el Señor no recibirán el galardón.
Seguir a Cristo es un privilegio, ser parte de sus discípulos, conocerlo a El, participar de la resurrección, la vida eterna y el reino prometido por el Padre es glorioso, pero hay un precio que pagar.
Jesús dice que es necesario poner a Dios por sobre todo, nuestro compromiso por el debe ser tal que el amor que sentimos por nuestra familia comprado por nuestro amor por Dios, parezca odio. Es necesario poner a Dios aún por sobre nuestras ambiciones y deseos personales, "el que ama su vida la perderá el que pierda su  vida la hallará."
Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús, es crucificar nuestra carne, nuestro carácter humano, decir cómo el Ap. Pablo "con Cristo estoy Juntamente crucificado, ya no vivo yo más Cristo vive en mi".
Si decidimos ser discípulos de Cristo debemos tener en cuenta el precio a pagar, "el que pone sus manos en el arado y mira hacia atrás no es digno de mi".

Aldo Daniel Monegal

Regala todo el control a Jesús

Buen día valientes!
Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
S. Marcos 14:3

La mujer quebró su jarra y vertió todo su perfume. Perdió todo lo que era de valor para ella. Rompiendo su jarra eliminó de una vez por todas cualquier posibilidad de retenerla para su uso propio en ese momento o más tarde. Entregó a Él todo lo que había sido en el pasado, en el presente y en el futuro. Entonces, en la última cena, esas mismas palabras aparecieron de nuevo. Él quebró su cuerpo y vertió su sangre por nosotros. En este tiempo, cuando lees a Jesús decir: "Haced esto en memoria de mi", no visualices sólo el pan y el vino. Observa la comunión como una figura de lo que nos llama a ser. Nos insta a hacer lo que Él hizo: se quebró y vertió todo. Haz lo mismo. No te quedes con nada. Relega todo el control. Esta es la mejor forma de conmemorar lo que Jesús hizo. No siguiendo un ritual, sino un memorial. ¿Qué significaría en tu vida "quebrase y entregarlo todo"?

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