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Entregando Todo a Dios

Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.
1 Pedro 5:7

A Veces es difícil entregar las preocupaciones que nos afligen, no es fácil, por eso son preocupaciones, porque de una forma u otra nos sentimos responsables, sentimos la necesidad de resolver ese problema que nos aflige, y no podemos entregarlo. Así pasa con la ansiedad por cosas que tenemos que resolver, nos desvelamos pensando cómo, con qué lo haremos o cuando vendrá el momento, la ansiedad también es difícil de entregarla.
Entregar las preocupaciones y aflicciones de Dios solo podemos hacerlo cuando entendemos que no tenemos poder para resolverlo todo, cuando nos damos cuenta que somos criaturas limitadas, y necesitamos la ayuda de nuestros creador. El incrédulo es aplastado bajo el peso de sus preocupaciones y ansiedades, por no reconocer a Dios, y por el orgullo de pensar que es "autosuficiente" cree que lo puede todo y así es vencido por la ansiedad, los problemas llegando a tomar decisiones equivocadas, y destruyendo así sus vidas. Pero los que sabemos que tenemos un Dios, que es nuestro creador, sabemos que dependemos de él, eso es ser humilde, entender que solos sin la ayuda de Dios no podemos hacer nada pero con El haremos proezas, si Dios somos débiles con Dios somos imparables !
Que vas hacer en este día, seguirás en tu orgullo pensando que solo resolverás todas tus cuestiones, o vas a entender que solo con la ayuda de Dios lograras tus metas? Entrega hoy tus problemas y ansiedades en manos de tu creador, porque él es quien nos cuida y nos ayuda sobrenaturalmente.

A. D. Monegal

Oscuridad interior

Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.
Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros.
Salmo 18:28-29

La oscuridad infunde temor, provoca un estado de incertidumbre, de confusión que  lleva a la desesperación. No poder ver es desesperante. Jesús dijo "teniendo ojos no veis" Él habla de una oscuridad espiritual, un estado interior de tinieblas, todos tenemos una lámpara en nuestro interior que sólo Jesús puede encender, cuando estamos en oscuridad, sin Dios, la confusión interior la insatisfacción, la frustración nos invade y todo lo malo nos controla, necesitamos que Jesús, la luz del mundo, encienda nuestra lámpara, para que todo lo negativo de la oscuridad se disipe.
Cuando nuestra lámpara es encendida alumbra con la luz del todopoderoso nuestro lugar interior y nuestra vida, para que veamos claramente dónde caminamos y hacia dónde vamos, para que podamos sacar de nosotros las cosas que no sirven.
Dios nos da su fuerza para vencer ejércitos, tenemos enemigos espirituales de los cuales Dios nos libra con su poder, y  tenemos el enemigo interno, la antigua naturaleza enemiga de Dios está en nosotros, y cuando nos descuidamos quiere volver a tomar el gobierno de nuestro ser abriendo las puertas de nuestro interior para darle paso al enemigo de nuestras almas, pero la Biblia dice en 2 Timoteo 1:7 "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio." Dios nos da las armas y el poder, especialmente el "dominio propio" para cambiar actitudes y dejar de hacer lo que a Dios no le agrada.
Con Dios escalar muros, obstáculos que nos impiden alcanzar las bendiciones prometidas por Dios para nosotros, solo caminando con Dios dejando que alumbre nuestras vidas lograremos alcanzar la victoria en todas las áreas.
El rey David sabía muy bien en quien confiaba, por eso escribió este salmo inspirado por el Espíritu Santo, pasó por experiencias fuertes dificultades, peligros, pruebas, que fueron su escuela de formación espiritual, hoy nosotros aprendemos de sus declaraciones, y recibimos aliento para seguir adelante.
Cada obstáculo, es un desafío para nosotros, que no podrá destruirnos, en Dios cada prueba nos fortalece, nos hace crecer hasta alcanzar el propósito del Padre Celestial para nosotros y nuestra familia.
En este día Dios enciende tu lámpara, alumbra tu vida y te da la victoria frente a toda dificultad, en el nombre de Jesús !

Aldo D. Monegal