Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.
Isaías 26:3
Llenar nuestra mente con palabra de Dios, meditar en su obra, buscarlo en nuestros pensamientos nos llenará de paz.
Nuestra mente está llena de procesos y actividades diferentes y es muy poco tiempo el que dedicamos a Dios, a la oración, el estudio de la palabra y al servicio. Con tantas preocupaciones se hace difícil estar en comunión con Dios, es necesario perseverar insistir en buscarlo aún en nuestros pensamientos.
Si no mantenemos ese nivel de búsqueda, nos debilitamos espiritualmente, y los problemas nos aplastaran, hasta hacernos bajar los brazos.
Pero hoy la palabra de Dios dice: que Dios guarda en paz a los que perseveran en buscarlo y servirlo aún en sus pensamientos. No importa que situación estés Dios te guardará en perfecta paz porque tu pensamiento es agradable para El.
Nuestros pensamientos son una parte íntima de nuestro ser solo nosotros y Dios los conocemos, las personas olvidan que Dios observa nuestros pensamientos, y muchos, de los que dicen, llevar una vida cristiana lo hacen solo en apariencia porque no entregaron lo más íntimo de su ser a Dios, sus pensamientos.
Nuestros pensamientos son la raíz de nuestra forma de hablar y comportarnos, perseverar en meditar y pensar en el Señor hace que nuestra esencia cambie.
El verdadero hijo de Dios lo busca aún en sus pensamientos.
Cuando Jesús dijo a la samaritana : "la hora viene y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad" esto es de lo que habla Isaías cientos de años antes de Jesús, el que lleva a Dios hasta en sus pensamientos más íntimos, este es un adorador un verdadero hijo de Dios, en espíritu en verdad, por lo tanto siempre disfrutará de "perfecta paz", por algo Jesús dijo: mi paz os dejo mi paz os doy, no como el mundo la da yo os la doy.. Jesús es quien da la paz que sobrepasa todo entendimiento.
Meditemos en Dios, y nuestra esencia será transformada, para ser como la imagen del Hijo de Dios, disfrutaremos de su paz por la eternidad.
A. D. Monegal
Isaías 26:3
Llenar nuestra mente con palabra de Dios, meditar en su obra, buscarlo en nuestros pensamientos nos llenará de paz.
Nuestra mente está llena de procesos y actividades diferentes y es muy poco tiempo el que dedicamos a Dios, a la oración, el estudio de la palabra y al servicio. Con tantas preocupaciones se hace difícil estar en comunión con Dios, es necesario perseverar insistir en buscarlo aún en nuestros pensamientos.
Si no mantenemos ese nivel de búsqueda, nos debilitamos espiritualmente, y los problemas nos aplastaran, hasta hacernos bajar los brazos.
Pero hoy la palabra de Dios dice: que Dios guarda en paz a los que perseveran en buscarlo y servirlo aún en sus pensamientos. No importa que situación estés Dios te guardará en perfecta paz porque tu pensamiento es agradable para El.
Nuestros pensamientos son una parte íntima de nuestro ser solo nosotros y Dios los conocemos, las personas olvidan que Dios observa nuestros pensamientos, y muchos, de los que dicen, llevar una vida cristiana lo hacen solo en apariencia porque no entregaron lo más íntimo de su ser a Dios, sus pensamientos.
Nuestros pensamientos son la raíz de nuestra forma de hablar y comportarnos, perseverar en meditar y pensar en el Señor hace que nuestra esencia cambie.
El verdadero hijo de Dios lo busca aún en sus pensamientos.
Cuando Jesús dijo a la samaritana : "la hora viene y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad" esto es de lo que habla Isaías cientos de años antes de Jesús, el que lleva a Dios hasta en sus pensamientos más íntimos, este es un adorador un verdadero hijo de Dios, en espíritu en verdad, por lo tanto siempre disfrutará de "perfecta paz", por algo Jesús dijo: mi paz os dejo mi paz os doy, no como el mundo la da yo os la doy.. Jesús es quien da la paz que sobrepasa todo entendimiento.
Meditemos en Dios, y nuestra esencia será transformada, para ser como la imagen del Hijo de Dios, disfrutaremos de su paz por la eternidad.
A. D. Monegal
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