Tres consejos

Hebreos 10:23-25 (NTV)
 23  Mantengámonos firmes sin titubear en la esperanza que afirmamos, porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa.
 24  Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones.
 25  Y no dejemos de congregarnos, como lo hacen algunos, sino animémonos unos a otros, sobre todo ahora que el día de su regreso se acerca.


La palabra de Dios nos anima, nos consuela, fortalece nuestra fé. En estos versículos de la carta a los Hebreos, leemos tres consejos de parte de Dios para nosotros.
Primero nos habla de perseverar en lo que creemos, como el primer día que nos acercamos a Dios , con entusiasmo y esperanza  de recibir un milagro. Vivir cada día según lo que creímos, confiando en las promesas de Dios, porque no hay nada imposible para el que cree, y sus promesas cubren todas las necesidades de esta vida, y de la Eternidad. 
En segundo lugar, nos aconseja ocuparnos en las cosas que Dios nos manda a hacer, el servicio a los demás hermanos, y la ayuda a la gente que está en crisis y sin Dios, orar por los demás, y hablarles de Jesús, motivar a los hermanos trabajar para Dios. 
Por último Dios nos manda a no dejar de congregarnos, ir en la iglesia es un mandato de Dios, porque Jesus dijo: donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estaré. La iglesia es el "cuerpo de Cristo" para estar unidos a Dios, es necesario ser partes  de la iglesia, no es posible seguir a Cristo, sin cumplir con sus mandatos.
La iglesia es el ámbito de su presencia, allí es donde Dios nos bendice, nos transforma, es donde nos encontramos con nuestro Padre, para oír su voz, y hablar con él.
La promesa más grande que creemos, es que Jesús volverá pronto, y debemos vivir con esa esperanza, como una esposa espera con ansias el regreso de su amado.
Esperemos si regreso, con una fe firme, animando a nuestros hermanos, y unidos a la iglesia, porque hoy puede ser un día maravilloso, y el futuro puede ser glorioso, si mantenemos nuestra confianza en las promesas del Señor.


Ap. Aldo D. Monegal

Permanece fiel al Señor

Hechos 11:21- 23

 21  Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. 
 22  Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. 
 23  Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. 

La conversión es un hecho que sucede cuando la persona cree en Jesús, recibe el mensaje y decide ser su discípulo. Es posible ser un creyente, pero no ser un discípulo, y es probable ser un cristiano que no se haya convertido al Señor. 
Pero cuando la mano de Dios se manifiesta a favor de las personas, la fe se activa y la gente se convierte  al Señor. No hay tal cosa como un periodo intermedio de espera entre el momento de escuchar al Señor, y tomar la decisión de creer para convertirse en hijo de Dios, esto es como probar a Dios para después convertirnos a él, si nos conviene. Eres un hijo de Dios, o no lo eres, te conviertes al Señor o eres un incrédulo.
En este relato bíblico dice que la gente creyó y se convirtió al Señor inmediatamente, es más en ese momento se bautizaban en el acto, como testimonio de su conversión. 
Es momento de hacernos la gran pregunta, ¿Eres convertido o simplemente un convencido? 
Si realmente te convertiste al Señor, las palabras de aliento son para tí : que con propósito de corazón permanece fiel al Señor! 
Porque Dios es fiel con los suyos, la bendición no faltará sobre tu vida, tu casa y tú familia.

Corazón

“porque donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón.” (Mateo 6:21)


Para la mayoría de la gente, la economía es un tema central, viven para generar dinero para sus necesidades, y esto está bien, el problema comienza cuando las finanzas se convierten en una obsesión. Jesús dijo estás palabras mientras les enseñaba a sus discípulos cuál es el verdadero propósito de generar dinero, el dijo no hagan tesoro en la tierra, sino en el cielo. 
No debemos vivir centrados en lo terrenal, que es temporal, pasajero, por qué es en vano atesorar algo que de todas formas no perdurará. Pero si nos ocupamos de las cosas eternas, que corresponden al Reino de Dios, al cual pertenecemos, nuestro corazón estará centrado en el cielo, y todo lo que permanece para siempre, entonces nuestro trabajo no será en vano. Es una enseñanza simple, pero que encierra profundas verdades espirituales. 
Dios quiere que no seamos esclavos de lo terrenal, por eso vino Jesús, para que seamos libres de la avaricia, la ambición desmedida, el egocentrismo humanista, son cosas que desaparecen, están sujetas al tiempo, y además son la causa de muchos males en la sociedad. Está actitud, transgrede del segundo mandamiento más importante de la palabra de Dios, "amarás a tu prójimo como a tí mismo".
El sabio Salomón escribió un proverbio que dice: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida." (Pr 4:23) está claro el nuestro corazón es lo más valioso que tenemos, si perdemos el corazón nos perdemos nosotros mismos, pero es una decisión personal asegurar nuestro corazón en las manos del Señor. El desafío es poner toda nuestra atención y energía en Dios, si Jesús está en nuestro corazón, lo demás vendrá por añadidura. ¿Donde está hoy tu corazón? 


P. Aldo

Nuestra asignación

Entonces yo pregunté: "Qué debo hacer, Señor?" Y el Señor me respondió: "Levántate y vete a Damasco. Allí te hablarán de la misión que te ha sido asignada.
Hechos 22:10 (BL)

Antes de encontrarse con Jesús, Pablo vivía lleno de odio, resentimiento y venganza, él creía que servía a Dios, persiguiendo cristianos para llevarlos a la cárcel.
Hasta que Jesús se cruzó en su camino ese fue un momento bisagra en la vida de Saulo de Tarso, desde ese momento el perseguidor de la iglesia, pasaría a ser el Apóstol Pablo siervo de Jesús.
Hay tres momentos clave en la conversación de Pablo, primero la intervención divina, la revelación de Jesús, se presentó como una luz que lo cegó en pleno mediodía, y lo arrojó a tierra, después la voz del Señor diciéndole ¿Por qué me persigues?. En segundo lugar, Pablo desconoce a Dios, y pregunta ¿Quién eres? Y por último rendido a los pies del Señor, Pablo vuelve a preguntar: ¿Que debo hacer, Señor?
En el relato bíblico, podemos oír la voz  de Jesús hablando a cada uno de nosotros, cuando vamos por nuestro propio camino a veces llenos de sentimientos negativos, haciendo daño a los demás y a nosotros mismos ¿Quién puede decirnos que estamos equivocados? Somos tan soberbios y orgullosos, solo Jesús puede derribarnos a tierra, a veces el amor de Dios nos golpea, porque es la única forma de salir de nuestro propio error.
Después viene la revelación de Dios, Pablo era un conocedor de la biblia, un religioso, celoso de las cosas de Dios, pero aún así no conocía a ese Dios que adoraba, él aprendió de otros lo que sabía de Dios, pero nunca tuvo un encuentro con el Señor. Según el criterio religioso de Pablo Jesús no se ajustaba a las cosas de Dios, y por eso lo rechazaba y perseguía a la iglesia, él creía que estaba sirviendo a Dios, pero en realidad se convirtió en enemigo del Dios que adoraba.
Es una lección para nosotros, saber que debemos aprender a entender su palabra, oír a los maestros, los Profetas y pastores que Dios puso para nuestra instrucción, pero debemos buscar su presencia, ir al encuentro con el Señor cada día, Jesús se manifestará a nosotros.
Cuando tenemos una relación con Jesús, viene la tercera pregunta ¿Señor qué quieres que haga? Esto significa que ya estamos listos para servir al Señor, entonces se nos dirá cuál es nuestra asignación.
Jesús nos conoce, pero es necesario que nosotros le conozcamos a él, solo así le veremos tal cual es, y estaremos en condiciones de ser siervos y siervas del Señor. En este día el desafío de esta palabra contiene dos preguntas que debes hacerte: ¿Conozco al Señor? ¿Estoy haciendo lo que él quiere que haga? 
Si todavía no encontraste respuesta, hoy déjate derribar por Dios, humíllate ante el Señor y dile: ¿Señor qué quieres que yo haga?


P. Aldo 

Señor y Rey

Romanos 14:7-9

 7  Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. 
 8  Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.
 9  Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

Jesús es Señor, en el más alto concepto de la palabra Señor, por eso se escribe está palabra con mayúscula. Las tradiciones religiosas, y la cultura occidental banalizó la palabra Señor, y el concepto bíblico de la palabra se pierde. Debemos pensar en Jesús como un gran Rey que está en su trono, lleno de poder y de gloria, al que nadie puede resistir, así es Jesús ahora. 
Esto significa que la obediencia a su palabra es incuestionable, porque él es el gran Rey, y si decidimos vivir bajo su soberanía, es porque aceptamos sus demandas. Nadie puede ser parte de un reino sin aceptar las leyes y normas de su constitución.
Solo un cambio de perspectiva interior nos puede ayudar a cambiar de actitud, hacia el Señor Jesucristo.
Otro aspecto del Rey, es que una de las características principales de su reinado es el amor, la base sobre la que se apoya el Reino de Dios, es el sacrificio de Jesús como un cordero, por amor a los perdidos de este mundo. El es un Rey poderoso y soberano, pero su rasgo principal es el amor, seguido de la Justicia en un perfecto equilibrio. 
El murió por nosotros, los que ahora somos sus súbditos, decidimos entregarle a él nuestra vida, fidelidad,  amor y obediencia, así como el lo hizo con el Padre Eterno, dejando ejemplo para nosotros.
Para nosotros vivir es Cristo, y morir es ganancia, porque el amor de Jesús es nuestro mayor tesoro.
Si decidiste ser un discípulo súbditos del Rey, ahora tu vida le pertenece, y tu muerte también, ahora tiene sentido tu vida y la paz, el gozo y el amor están asegurados para vos, porque estás descansando en las manos del Todopoderoso Jesús el hijo de Dios. Vive tu vida para él.


P. Aldo

Ya no vivo yo

2 Corintios 5:14-15
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;
y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Esta es una gran verdad de la nueva vida en Cristo, un nuevo nacimiento, una nueva naturaleza, un Nuevo corazón. Y como resultado de ese nuevo nacimiento, el discípulo de Jesús ya no vive para sí mismo, ahora vive para aquel que murió y resucitó por él.
Esta verdad es el fundamento de la iglesia de Jesús, la novia del cordero. Pero ¿cuántos conocen la verdad? Y ¿Quienes la viven hoy en día? Jesús dijo a Nicodemo "si no naces de nuevo no puedes entrar al reino de Dios"
Vivir para Jesús, es dar a Cristo el trono de nuestro corazón, antes vivíamos para nosotros mismos, una vida centrada en nosotros, una vida egoísta, y todo lo que hacíamos, nuestras motivaciones estaban centradas en nosotros.
Pero cuando nacimos de nuevo, el centro de nuestra vida cambió, ahora Jesús es el centro, y el motivo de cada cosa que hacemos en la vida debe ser nuestro amor y obediencia al que murió y resucitó por nosotros!
¿Estás dispuesto, dispuesta, a tomar la cruz de Jesús para ir tras él? El desafío es bajarnos del trono de nuestro corazón, y entregárselo al Señor, que él sea el rey absoluto de nuestras vidas!

P. Aldo

Quien es tu prójimo

Lucas 10:30-37

 30  Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. place
 31  Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
 32  Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
 33  Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
 34  y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
 35  Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
 36  ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
 37  El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Vé, y haz tú lo mismo. 

A veces estamos tan centrados en nosotros mismos, que nos olvidamos de los demás, como cristianos nos preocupa vivir agradando a Dios, y aveces enfocamos toda nuestra atención a la relación que tenemos nosotros y Dios, que no está mal si lo hacemos correctamente, pero a veces pensamos que cuanto más nos dedicamos a Dios, más nos va a bendecir y hasta llegamos a creer que si logramos toda su atención lograremos una posición "privilegiada" con Dios por sobre los demás hermanos. Esto es un pensamiento muy egoísta, deseamos solo nuestro beneficio, y creemos que Dios nos pondrá sobre los demás hermanos, egocentrismo puro. De esta forma vivimos, sin disfrutar de la bendición de Dios, porque él mira de lejos al soberbio, pero da gracia a los humildes. 
Actuando de esta forma egoísta, no crecemos en el espíritu, vivimos creyendo que estamos bien ante Dios, pero si no amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, estamos faltando al segundo mandamiento más importante dado por el Señor.
Para crecer debemos estar bien con nosotros mismos, con Dios, y con los demás, uno de los propósitos del llamado de Dios es servir y amar a nuestro prójimo, y este mandato llega hasta nuestros enemigos. 
Hacer el bien a los demás, no solamente es la voluntad de Dios, también trae gratificación personal, cuando ayudamos y bendecimos a nuestro prójimo. Hacer la voluntad de Dios nos da paz, hace que sintamos una profunda motivación al servir a Dios y al prójimo, le da sentido a nuestra vida. 
Hoy la palabra de Dios te desafía, a poner por obra su segundo mandamiento, imita lo que hizo el samaritano de la parábola que enseñó Jesús, recuerda su sentencia final: ve tú y haz lo mismo.