Hageo 2:6-7
6 Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca;
7 y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos.
La reconstrucción del templo de Dios, luego de su destrucción por la invitación Babilónica, tardó muchos años. Primero se cumplió el tiempo determinado por Dios para poder comenzar con las tareas, y después en varios periodos, y con diferentes líderes a la cabeza, el pueblo de Israel fue reconstruyendo el templo para adorar a Dios. En el transcurso de la restauración, hubo momentos de entusiasmo, de conflicto y también de angustia y desánimo, para estas situaciones Dios envió profetas para anunciar su palabra al pueblo y a los líderes, para animar, exhortar y corregir.
La vida cristiana es muy semejante a esta relato de la palabra de Dios, estamos construyendo nuestra nueva vida en Cristo, restaurando lo que el pecado había destruido en nosotros, pero además estamos construyendo el templo de Dios, el Apóstol Pedro compara a la iglesia con un gran edificio, y a los creyentes con la piedras que lo componen "vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo." (1 Pedro 2:5)
Las vivencias que tenía el pueblo de Dios en tiempos del profeta Hageo, tenían que ver con el desánimo y la falta de interés del pueblo y sus líderes, para reconstruir la casa de Dios, las condiciones eran desfavorables, y comenzaron a ceder a las dificultades, dejando la obra de lado, y enfocándose en sus prioridades personales.
No hay nada peor que desanimarse por las situaciones desfavorables, ceder al desánimo nos lleva a enfriarnos espiritualmente, poco a poco dejamos de orar, de leer la biblia, y de congregarnos, y terminamos en un pozo de fracaso y desesperanza.
La raíz más poderosa de la fe cristiana, está en la esperanza del regreso de Jesús, saber que cuando Jesús regrese terminará con la maldad, reinará con poder, y que su promesa a nosotros es que seremos parte de ese Reino. Los creyentes vivimos con la mirada puesta en el cielo, esperando a Jesús, anhelando vivir en las moradas eternas, Dios prometió cielos nuevos y tierra nueva, y los hijos de Dios somos herederos de esas promesas eternas. Nuestra fe en Jesús es lo que nos motiva a seguir, a luchar, y a creer que gracias a Cristo nada es imposible.
El profeta Hageo, no tenía a Jesús en su corazón, Israel no conocía al Mesías, todavía no había venido, pero la esperanza que Hageo infunde al pueblo por medio de la palabra profética es similar a la nuestra.
El profeta por mandato de Dios proclama, la inminente llegada del Mesías, el "Deseado de las naciones" y eso sucedió cuando Jesús nació. Pero esta palabra tiene otro cumplimiento para el presente y el futuro inmediato, el rapto de la iglesia, y el regreso de Jesús. No podemos bajar los brazos, estamos al filo de fin, más que nunca debemos orar, congregarnos y leer la palabra de Dios, que nada nos distraiga, debemos permanecer en Jesús, él es la salida, el es el Deseado de las naciones que vuelve ya por los que esperan en él.
P. Aldo Daniel Monegal
6 Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca;
7 y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos.
La reconstrucción del templo de Dios, luego de su destrucción por la invitación Babilónica, tardó muchos años. Primero se cumplió el tiempo determinado por Dios para poder comenzar con las tareas, y después en varios periodos, y con diferentes líderes a la cabeza, el pueblo de Israel fue reconstruyendo el templo para adorar a Dios. En el transcurso de la restauración, hubo momentos de entusiasmo, de conflicto y también de angustia y desánimo, para estas situaciones Dios envió profetas para anunciar su palabra al pueblo y a los líderes, para animar, exhortar y corregir.
La vida cristiana es muy semejante a esta relato de la palabra de Dios, estamos construyendo nuestra nueva vida en Cristo, restaurando lo que el pecado había destruido en nosotros, pero además estamos construyendo el templo de Dios, el Apóstol Pedro compara a la iglesia con un gran edificio, y a los creyentes con la piedras que lo componen "vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo." (1 Pedro 2:5)
Las vivencias que tenía el pueblo de Dios en tiempos del profeta Hageo, tenían que ver con el desánimo y la falta de interés del pueblo y sus líderes, para reconstruir la casa de Dios, las condiciones eran desfavorables, y comenzaron a ceder a las dificultades, dejando la obra de lado, y enfocándose en sus prioridades personales.
No hay nada peor que desanimarse por las situaciones desfavorables, ceder al desánimo nos lleva a enfriarnos espiritualmente, poco a poco dejamos de orar, de leer la biblia, y de congregarnos, y terminamos en un pozo de fracaso y desesperanza.
La raíz más poderosa de la fe cristiana, está en la esperanza del regreso de Jesús, saber que cuando Jesús regrese terminará con la maldad, reinará con poder, y que su promesa a nosotros es que seremos parte de ese Reino. Los creyentes vivimos con la mirada puesta en el cielo, esperando a Jesús, anhelando vivir en las moradas eternas, Dios prometió cielos nuevos y tierra nueva, y los hijos de Dios somos herederos de esas promesas eternas. Nuestra fe en Jesús es lo que nos motiva a seguir, a luchar, y a creer que gracias a Cristo nada es imposible.
El profeta Hageo, no tenía a Jesús en su corazón, Israel no conocía al Mesías, todavía no había venido, pero la esperanza que Hageo infunde al pueblo por medio de la palabra profética es similar a la nuestra.
El profeta por mandato de Dios proclama, la inminente llegada del Mesías, el "Deseado de las naciones" y eso sucedió cuando Jesús nació. Pero esta palabra tiene otro cumplimiento para el presente y el futuro inmediato, el rapto de la iglesia, y el regreso de Jesús. No podemos bajar los brazos, estamos al filo de fin, más que nunca debemos orar, congregarnos y leer la palabra de Dios, que nada nos distraiga, debemos permanecer en Jesús, él es la salida, el es el Deseado de las naciones que vuelve ya por los que esperan en él.
P. Aldo Daniel Monegal