Entre luz y tinieblas

(Devocional corto)

Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo;el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Juan 8:12

Las tinieblas, son oscuridad, significan confusión, caminar sin rumbo, estar perdido, sin ver. Estar en oscuridad es andar a tientas, sin visión, es vivir engañados por la mentira. Hay pocas expectativa para los que viven en tinieblas, todos los días son grises, viven una falsa felicidad, y se refugian en pequeñas cosas que los distraen del vacío que sienten en sus corazones, por causa de las densas tinieblas de sus vidas. Jesús es la luz porque es todo lo contrario a la oscuridad, cuando vivimos en la luz, sabemos quiénes somos y hacia dónde vamos, tenemos visión para mirar hacia dónde nos dirigimos y elegir el mejor camino, que es Cristo, en todo sentido. La luz en esperanza, fe, bendición, verdadera alegría, que que tiene la luz de Cristo vive en bendición continúa, y ve un futuro glorioso para él y sus seres queridos. El que halla la luz de la vida, ya no está en tinieblas, porque fue libertado de las cadenas de la mentira, el engaño de satanás, y del yugo del temor. Jesús es la luz de la vida, hoy es el día de seguir a Jesús, porque en él está todo lo que necesites para vivir una vida de abundancia, espiritual, familiar, y eterna!

Sigue a Jesús, la luz de la vida, y se libre de la oscuridad hoy.

Pastor Aldo.

Tu ayuda

Salmo 121

1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?

2  Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.


Tu ayuda viene de Dios, no hay cosa natural, ni hombre que pueda darte la ayuda que estas necesitando. David dice:  "Alzare mi ojos a las montañas", como buscado ayuda de algo o alguien que esté más alto que el, en la desesperación por salir de la dificultad, buscamos lo que sea para recibir ayuda y a veces buscamos en lugares equivocados, terminamos confiando en lo que no debemos. La gente recurre al ocultismo, otros buscan ayuda de alguien que sea más fuerte, o tenga algún poder o influencia para hallar la ayuda necesaria. Pero la Biblia nos advierte : maldito el hombre que confía en el hombre, más bendito el hombre que confía en Jehová. David sabía que no contaba con una ayuda más confiable y poderosa que la de Dios, y dijo "mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra", él está diciendo: no confío en los montes no en los designios de las estrellas, yo confío en el Dios creador de los montes y las estrellas.

Tu ayuda no viene de los hombre, viene del Creador de los hombre tu Dios, tu rescate ya fue pagado en la cruz. No mires a nada que esté bajo los cielos, mira al Dios de los Cielos de el viene tu socorro y tu bendición. Es tiempo de dejar de confiar en lo terrenal, deja de confiar en tu propia fuerza y busca la ayuda que viene de lo alto. Jesús es fiel y verdadero, y no tardará en enviarte ayuda de lo alto para vos.

En este día cambia tu mirada, alza tus ojos al cielo dónde está Jesus sentado a la diestra de Dios, y tu visión se aclarara, no mires a los problemas desde abajo, elevate en el espíritu, y tus problemas se verán muy pequeños desde arriba, usa los montes para elevarte, busca ayuda de tu padre celestial, El te dará la victoria.


Pastor Aldo.

Venciendo el mal

No se dejen vencer por el mal. Al contrario, triunfen sobre el mal haciendo el bien.

Romanos 12:21


Este versículo es el final del capítulo doce de Romanos, el Apóstol Pablo da algunas directivas sobre los deberes cristianos. Habla sobre, no pagar mal, por mal, también sobre no ser orgullosos, sobre el creerse más inteligentes o superiores a los demás, habla sobre ayudar a los humildes de la congregación, sobre el respeto a los pastores; dice que no debemos vengarnos, tenemos que orar por los que se levantan contra nosotros, dice que tenemos que alegrarnos con los logros y el progreso de los demás hermanos, y que también tenemos que dolernos, con los que están tristes.

El Apóstol dice que es necesario amarse unos a otros, porque somos un cuerpo en Cristo, ademán debemos servir a Jesús y a los hermanos, Jesús dijo: "no vine para ser servido, sino para servir".

Hacer la voluntad de Dios es bueno, y genera bendición, a los que obedecen, por eso hay que esforzarse por conocer su voluntad, leyendo su palabra, buscando su presencia, recibiendo impartición, ministración de parte de los pastores, el Apóstol Pablo dice también en este capítulo de Romanos 12:2 : "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta."

Tenemos que abandonar las costumbres de este mundo, tenemos que llenarnos del conocimiento de la voluntad de Dios, y cambiar maneras de pensar, de hablar de ser.

Tenemos que dejar de lado el orgullo, la altivez, el odio, dejar de ser selectivos con los hermanos y saber que estamos llamados a amarnos unos a otros, no juzgar, para no ser Juzgados, ser misericordiosos y perdonar como el Padre nos perdonó y nos perdona cada día. Ser agentes de unidad, rechazar todo lo que pueda generar división, murmuraciones, críticas, contiendas, difamaciones. Unidos a Jesus, somos un cuerpo en el siendo el mismo la cabeza. En fin es necesario que lo malo no nos venza, es preciso vencer lo malo con el bien.


Pastor. Aldo.

Jesús es luz

El pueblo que camina en oscuridad verá una gran luz. Para aquellos que viven en una tierra de densa oscuridad, brillará una luz.
Isaías 9:2

Dios no se olvida de ti , el Señor es bueno y siempre da nuevas oportunidades. Aunque hoy estés transitando por lugares oscuros, Jesús te alumbrará con su presencia, te irá a buscar para rescatarte. El profeta Isaías declara en el versículo 1 de este mismo capítulo: "Sin embargo, ese tiempo de oscuridad y de desesperación no durará para siempre."
El día se compone de luz y oscuridad, de noche y de día, la vida también tiene tiempos de oscuridad y tiempos de luz, aunque los tiempos tengan variaciones, debemos entender que Dios no cambia, el es inmutable, eterno siempre fiel y verdadero.
Creer en Jesús es saber que no importa el momento que estemos viviendo, sea bueno o malo, el está con nosotros, y esa oscuridad no durará mucho, porque el promete hacer brillar su luz sobre tí.
La Biblia dice : "aunque ande en valle de sombra y de muerte, Jehová será mi luz", esa es la fe del que confía plenamente en el Señor, no importa el tiempo que estás viviendo, Jesús es la salida, en el está tu esperanza y los que esperan el El no serán avergonzados.

Pastor. Aldo D. Monegal

Pequeños hábitos

Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.

Salmo 5:3


Orar de mañana, presentarse delante de Dios al abrir los ojos, es una acto de adoración, es decir con nuestros hechos que Él ocupa el primer lugar en nuestras vidas.

Estás actitudes, son las que cultivan nuestra relación con Dios, incorporar a nuestros hábitos la oración matutina, la oración de los alimentos, apartar un momento para leer una palabra y meditar en ella. Asistir a las reuniones, escuchar música cristiana, buscar la compañía de personas que compartan nuestra fe, nos ayuda a fortalecer nuestra vida espiritual. La oración, la palabra, las actividades cristianas, son cosas que nos ayudan a estar más en comunión con Jesus.

Estás pequeñas actitudes, generan grandes beneficios, fortalecen nuestra fe, para que estemos firmes frente a las dificultades diarias. Aleja de nosotros al enemigo espiritual, y nos convertimos en testigos de Cristo, dando gloria a Dios con nuestra vida. Si tenemos fe y confesamos con palabras que amamos a Dios, tenemos que confirmarlo con nuestros hechos, cambiar hábitos que no glorifican a Dios, cambiar formas de hablar, y de pensar.

La vida de fe debe dar fruto, y esos frutos comienzan por cambiar pequeños hábitos, como orar de mañana.


Pastor Aldo.

La certeza de la fe

Un caso de muerte repentina nos puede poner, súbitamente, ante esta pregunta  «¿Cuál  es tu úni­co consuelo, tanto en la vida como en la muerte?» El mismo Catecismo de Heildelberg,  nos da esta res­puesta: «Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la  muerte (Rom. 14:8), no me pertenezco a mí mismo (1 Cor.·6: 19), sino a mi fiel Salvador Jesucristo (1 Cor. 3:23; Tít. 2:14), que me libró de todo el poder del diablo (Heb. 2:14; 1 Jn. 3:8, Jn. 8:34- 36), satisfaciendo enteramente con su precio­sa sangre por todos mis pecados (1 Pe. 1:18-19; 1 Jn. 1:2; 2:12), y me guarda de tal manera (Jn. 6:39; 10:28; 11 Tes. 3:3; 1 Pe. 1:5) que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer (Mt. 10:30; Le. 21:15)°, antes es necesa­rio que todas las cosas sirvan para mi salvación (Rom. 8:28). Por eso también me asegura,  por su Espíri­ tu Santo, la vida eterna (II Cor. 1:22; 5:5; Ef. 1:14; Rom. 8:16) y me hace pronto  y aparejado para vi­ vir en adelante su santa voluntad» (Ct. de Heildelberg. Dom. 1).

En esta contestación se confiesa que nuestro único consuelo es ser posesión de nuestro fiel Salvador Jesucristo.

Sin embargo, ¡con cuánta dificultad nos expresamos sobre este asunto!  Si alguna vez se pudiese hacer una encuesta acerca de la certeza de la fe, no me sorprendería que en muchos se diese más duda que certeza. ¿Cómo se­ ría esto posible? ¿Por qué falta en tantos esa go­zosa y pacífica certeza del salmista?: «Jehová es mi pastor; nada me faltará» (Sal. 23:1). ¿Cuál es la causa de que en muchos prevalezca la duda? ¿Y por qué muchos no se atreven a decir con el apóstol Pablo: «Estoy seguro de que ninguna cosa nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro»? ( Rom. 8:38-39).

Cualquiera que pueda ser el origen de ello, es­ pero estemos de acuerdo en una cosa,  a saber: que la culpa no estriba en el SEÑOR, nuestro Dios.  Sé muy bien que en círculos bastante amplios se le censura a Dios, argumentando como disculpa: «La certeza es algo que ha de dársele al hombre»; o «El hombre tiene que volver a nacer»; o «Si no soy elegido, tampoco puedo cambiar en nada.»

Con estas y otras excusas, realmente se echa la culpa a Dios de la propia duda e incertidumbre; aunque, es verdad, nadie se atreva a decirlo abier­tamente. Estaremos de acuerdo en que tal manera de hablar es impía, y que hemos de guardarnos de ella.

Cuando el Señor Jesús encuentra duda e incre­dulidad en sus discípulos, se lo recrimina, dicien­do: «¿Por qué dudaste»? (Mt. 14:31 ); o: «¿Cómo  no tenéis fe?» (Me. 4:40), o: «No seas incrédulo» (Jn. 20:27).  No; lejos de nosotros esté el poner a la cuenta del SEÑOR nuestra incredulidad, poca fe y duda. Pablo diría: ¡Eso nunca!

Tampoco tenemos que echar la culpa al diablo. No digo que el maligno no tenga intervención cuando la duda y la incredulidad se multiplican en la iglesia. Pero esto no nos exime de nuestra pro­pia culpa. ¿Por qué preferimos escuchar al padre de mentira, antes que a la ver dad de Dios? Tampoco debemos echar la culpa a la tradición, a la predicación, a la educación, a nuestra predis­ posición y a nuestro carácter.

Es verdad que todas estas cosas tienen influen­cia. Igualmente es verdad que para muchos se pueden traer a colación circunstancias atenuantes, y que el SEÑOR las tendrá en cuenta.

Hay ovejas del rebaño de Cristo, a las que se tiene enflaquecidas por una dirección y formación no escriturísticas. La responsabilidad de tales embauca­ dores y educadores es más grande que la de las ovejas, las cuales han sido de tal modo pastoreadas y ali­ mentadas que están raquíticas. Pero todo esto, sin embargo, no quita que la duda y la incredulidad nos hagan responsables ante Dios, y que sea nuestra propia culpa cuando, rodeados  por  los  tesoros de la gracia de Dios en Cristo Jesús, no sabemos si somos propiedad de El.

No disculpemos nunca la duda y la incredulidad. La duda es incredulidad.

Cuando ponemos algo en duda, es que no lo creemos. El apóstol Santiago coloca frente a fren­te la duda y la incredulidad. En el cap. 1, v. 6, es­cribe. «Pero pida (sabiduría) con fe, no dudando nada». La duda fluye de un corazón incrédulo; y la incredulidad hace a Dios mentiroso. Nadie se atreva a decir que esto último no sea pecado. Pues bien, por la misma razón nadie ha de decir que la duda y la incredulidad no sean pecado. Si dudamos, si somos de poca fe, si somos incrédulos (todo esto viene a ser lo mismo), entonces pensamos raquítica­ mente de la gracia  de Dios, nos  fiamos  muy  poco de la gracia de Dios,  y  no confiamos  en  la  gracia de Dios.

La gracia de Dios es incomensurable e incom­prensiblemente grande, y supera en gran medida a todo lo que se encuentra en el mundo de los hom­bres.

La gracia de Dios es y continúa siendo el fundamento de la salvación para el  impío.  Pero  también  lo  es para el creyente. La justificación del impío no es sim­plemente un estadio inicial del cual, más tarde, salimos a flote. Que Dios absuelve la culpa y el castigo a  los  impíos, y les dé derecho a la vida eterna, esto -digo- continúa siendo el ‘ancla del alma’ (cf. Heb. 6:9), hasta en la hora de la muerte.

El único f-undamento de la salvación es, pues, que Dios nos amó, y que Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por los hombres pecadores,  y que  el Espíri­ tu Santo nos dio y nos da Su comunión con El por gracia. Una y otra vez hemos de  buscar  la  vida  y la salvación fuera de nosotros, es decir, en Jesucristo, por medio de la fe. Y donde esto no se verifica, allí se viene a caer siempre en el terreno pantanoso de  la duda.

Dr. H. J. Jager (UCL)

El plan B

El cristianismo moderno ha tenido una larga aventura amorosa con el concepto de que los seguidores de Jesús son personas de destino. Hay demasiados sermones como para enumerarlos cuyo mensaje ha sido que a los fieles les esperan cosas grandes, ya sea bendiciones financieras o éxito en sus relaciones y carreras. Más allá de la creencia de que Dios da materialmente a aquellos que lo aman está la idea de que no sólo los cristianos, como pueblo, son especiales. Dios ha definido un mapa de ruta para cada uno de los creyentes, para que hagan un impacto único en el mundo. ¡Fuimos hechos para algo especial!

Hablando de manera práctica, esto ha significado llegar a ser un misionero o pastor o hacer el compromiso fiel de vivir bíblicamente y cosechar los beneficios. Nada se interpondría en nuestro camino. A pesar de que el enemigo haría lo posible para hacernos descarrilar, Dios no lo permitiría.

Así que los planes se hacen a partir de los sueños. Los recursos y la energía están dirigidos a prepararnos para el plan A, nuestro “llamado” a ser el próximo Rick Warren, una súper mamá o el hombre de negocios cristiano del año. ¿Qué ocurre cuando las cosas no salen como esperábamos?

La vida está llena de desvíos inesperados, tanto para los cristianos como para aquellos que no creen. Un accidente, una enfermedad, un embarazo inesperado, un aborto espontáneo, un divorcio, una economía débil, la pérdida del empleo y el aguijón del fracaso pueden dejarnos tambaleando. ¿Qué le sucedió al mapa? ¿Dónde está la carrera que iba a dejar una marca en el mundo? ¿Cómo puede permitir Dios que esto le suceda a su plan?

Hace poco escuché al pastor y autor Pete Wilson dar una charla sobre su libro llamado Plan B. Su interpretación de la historia de José (Génesis 37–50) dio apoyo a lo que había estado pensando. El plan B es a menudo el plan A de Dios. Nuestro plan A no incluye el fracaso, tiene la cooperación y la comprensión completa de los miembros de la familia, carece de obstáculos, dolor o sufrimiento. La experiencia de José era exactamente lo opuesto.

Luego de haber sido dado por muerto por sus hermanos, tomado en servidumbre, acusado falsamente y echado a la cárcel, finalmente se halló en posición de salvar a los mismos hermanos que lo traicionaron al igual que a su país de origen. Este no era exactamente el plan A que este niño favorito había concebido para sí mismo. Cuando la situación cambió, el plan B entró en acción y José le sacó provecho al máximo, obteniendo fama para Dios en la mente del rey egipcio.

Muchos de nosotros hemos quedado destrozados por sueños hechos pedazos. Esto es lo que aprendí al recuperarme de los míos: el plan de Dios para mi vida es muy diferente del mío. El mío tenía que ver con llegar a ser más. Quería mejorar mis capacidades, conocimiento y habilidad, y ser reconocido por ellos. Lo que empezó como un deseo de servir a Dios y verlo hacer grandes cosas se convirtió en la búsqueda de que Dios me usara para hacer grandes cosas para él. Quería dejar una marca.

Esto es lo que Juan el Bautista tiene para decir sobre todo esto en Juan 3:29-31.

“Es el novio quien se casa con la novia, y el amigo del novio simplemente se alegra de poder estar al lado del novio y oír sus votos. Por lo tanto, oír que él tiene éxito me llena de alegría. Él debe tener cada vez más importancia y yo, menos. Él vino de lo alto y es superior a cualquier otro. Nosotros somos de la tierra y hablamos de cosas terrenales, pero él vino del cielo y es superior a todos.” (NTV)

La desilusión por las circunstancias de la vida puede ocurrir porque se supone que somos el amigo del novio, no el novio. Nuestro llamado no es a pelear, rasguñar y arañar en nuestro camino a ser famosos y tener impacto; en lugar de ello, tenemos simplemente que estar al lado de Dios y disfrutar de su éxito no importa a través de quién lo obtenga.

La historia de José nos dice que disfrutar el plan B de la vida y llegar a ser el amigo del novio tiene que ver con la aceptación y la fidelidad de los papeles que nos tocan. Es lo que Dios pensó para nosotros desde el principio.

Jack Radcliffe